“Creo que Jesús es el Hijo de Dios, y Dios Padre están juntos en el mismo un negocio”, dice Miquel, de 11 años.
Sí, trabajan juntos en el negocio, pero es mucho más profundo que una asociación comercial.
“Jesús y Dios son poderosos”, afirma Kathy, de 11 años. “Son uno juntos. Dios y Jesús son pacientes, apasionados y perfectos. Dios y Jesús son exactamente la misma persona”.
En el año 325 D.C., el emperador romano Constantino convocó a líderes cristianos a reunirse en Nicea en Turquía para elaborar una declaración que aclarara la relación entre Jesús y su Padre. El consejo concluyó que no son la misma persona, sino personas distintas con la misma “sustancia”.
La idea de que Jesús y su Padre son la misma persona se llama modalismo, que afirma que Jesús es una forma o modo en que Dios Padre se da a conocer. Así que la afirmación de Kathy de qué son exactamente la misma persona es errónea. Son personas distintas.
El concilio de 325 D.C. declaró que Jesús es completamente Dios. Fue engendrado, no creado. El concilio rechazó la enseñanza de Arius, quien dijo que Jesús fue la primera creación de Dios. No era completamente Dios ni completamente humano.
Debido a que Arius fue influenciado por los filósofos griegos, creía que toda la materia y las cosas materiales eran malas. Enseñó que Jesús solo parecía humano. Su cuerpo no era de carne y hueso real.
El Concilio de Nicea declaró que Jesús es el único miembro de la Deidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que se encarnó. Salió del Padre pero siempre coexistió con él como Dios.
Cuando Jesús nació en Belén, esa fue la primera y única vez que la humanidad y la divinidad se unieron en una sola persona. Pero la divinidad y la humanidad nunca se mezclaron. Las dos naturalezas permanecieron distintas.
Así es como Jesús pudo decir que existió antes que el patriarca judío Abraham, pero pudo decirle a una mujer samaritana que tenía sed. Como deidad, Jesús preexistió a Abraham y a toda la creación. Como humanidad, Jesús tuvo sed.
Este es un material difícil de explicar del que por muchos siglos se ha escrito volúmenes. Sin duda, estaremos contemplando la singularidad de Jesucristo por toda la eternidad. Cómo el Dios infinito pudo asumir una carne finita y velar su gloria divina durante 33 años es el tipo de misterio que siempre dejará perplejos a nuestros pequeños cerebros curiosos. Como dijo una vez Clint Eastwood, “un hombre tiene que conocer sus limitaciones”.
Esto nos lleva a la trinidad. Casi todos los intentos de explicar la trinidad por analogía tienen problemas. Sin embargo, el que más me gusta proviene del erudito Neal Plantiga, quien escribió: “Toda la trinidad se parece más a una sociedad de tres miembros que a una sola personalidad con varias auto-relaciones”.
“Jesús y Dios son perfectos, y nadie más lo es”, asegura Gabriel, de 11. “Dios y Jesús resplandecen en toda su gloria”.
Cuando Jesús regrese para establecer su reino, su gloria o resplandor no será como estaba cuando yacía en un pesebre de Belén en la primera Navidad.
Medita: Al tomar carne humana cuando nació en Belén, Jesús se humilló a sí mismo de formas que nunca imaginamos. El Creador tomó forma de su creación. Jesús se humilló aún más al someterse a una crucifixión cruel para pagar por nuestros pecados.
Memoriza: “El Padre y yo somos uno”, Juan 10:30.
Pregúntate: Debido a que Jesús se humilló en su nacimiento y muerte en sacrificio en una cruz por tí ¿te humillarás y aceptarás su oferta gratuita de vida eterna creyendo en él como tu salvador?
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