“Perdonar es poner a un preso libre y descubrir que el prisionero fuiste tú”, escribió Lewis Smedes.
Nunca olvidaré el video que vi de una sesión en la que un consejero le urgió a una mujer que perdonara su madre. Con gran esfuerzo, la mujer intentó varias veces pronunciar palabras de perdón. Toda su cara y cuerpo estaban retorcidos ante el fracaso de sus esfuerzos. Algo muy oscuro y opresivo controlaba su alma.
Finalmente, la mujer logro enunciar en voz alta que perdonaba a su madre. Inmediatamente, su mirada cambio. La oscuridad que extraía su vida misma, desapareció. Se veía relajada. La paz se apoderó de ella como una ola del océano. Tal es el poder del perdón.
“El perdón nos hace sentir mejor,” dice Bridgette, 6.
Sí, es cierto como a la mujer que perdonó a su madre. Pero ¿qué pasa cuando la venganza se siente mucho mejor que el perdón?
Algunas veces, el dolor es demasiado grande y la pena demasiado profunda. Todo lo que se puede pensar es en la venganza inmediata -cuanto antes, mejor. Es el tipo de venganza que te mantiene despierto durante la noche reviviendo los detalles en su mente.
Ahí es cuando necesitamos perdonar, que es más grande que uno mismo y mayor que el mal que hayamos sufrido.
Jonathan de 7 años asegura que “lo correcto (perdonar) ya que Jesús perdona nuestros pecados muriendo en la cruz”.
La deuda que tenemos con Dios por todos nuestros pecados es mucho mayor que cualquier pecado o pecados contra nosotros. Como cristianos, somos personas perdonadas. A la luz del perdón de Dios que se nos ha brindado a través de la muerte sacrificial de Cristo, debemos ser los más dispuestos en perdonar rápidamente.
Para ilustrar el poder de un mayor perdón, Jesús dijo la parábola de los dos deudores. Uno poseía mucho dinero y el otro un poco. El acreedor perdonó las deudas de ambos. “Dime, pues, ¿cuál de ellos lo amará más?”, Preguntó Jesús (Lucas 7: 42b).
Es obvio. Cuanto mayor es la deuda, mayor es el amor por quien perdonó la deuda. Todos somos deudores de Dios. Mediante el sacrificio en la cruz por nuestros pecados, Jesús pagó nuestra deuda. Si los cristianos no perdonan a los que los maltratan, es sólo porque se olvidan del tamaño de la deuda que Jesús pagó en su nombre.
“A veces decimos palabras hirientes. Así que a veces tenemos que dar disculpas”, opina Dylan, de 5 años.
Todo el mundo tiene situaciones en las que usar palabras hirientes contra otros resulta fácil. En mi caso, esas palabras quieren fluir cuando me encuentro con la burocracia estúpida, ya sea un burócrata humano o un sistema automatizado. En este último caso, parece que las opciones ofrecidas por teléfono nunca son las que corresponden a mi necesidad. ¿Qué tal “presiona 1 para apresurarse”?
Decir “lo siento” nunca es fácil porque requiere humildad. Perdonar es mucho más fácil cuando comparas la ofensa que has sufrido con los muchos pecados que Dios te ha perdonado. Entonces, de repente, el error contra tí parecerá pequeño.
Piensa en esto: El perdón te hace una persona más grande y llena de gracia. Dios quiere que vivas en grande. Lee “Victory Over Darkness (Victoria Sobre la Oscuridad)” de Neil Anderson.
Memoriza: “Perdona como el Señor te perdonó” (Colosenses 3:13b).
Hazte estas preguntas: ¿Te gustaría romper la esclavitud de la amargura y de venganza? La próxima vez que te sientas tentado a contraatacar, ¿podrías meditar en el perdón que Jesús te ha extendido? ¿Podrás perdonar a otros basándose en la gracia que Dios te ha mostrado?
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